noviembre 09, 2008


¿Caminamos? Invitó ella. Él asintió. Recorrieron la ciudad por una hora, quizás dos.

-¿Volamos? Preguntó él. Ella recostó su cuerpo sobre las hierbas. Las cosquillas del rocío le produjeron un dulce escalofrío que la hicieron estallar en carcajadas…

¿Y si nos vamos lejos? Propusieron los dos al unísono y cerraron los ojos.

Las estrellas parecían desvanecerse y ella empapada de lágrimas decidió hablar.

-¿Volar? ¿Ir lejos?... como si tal cosa fuera posible para un alma sin rumbo. Imposible.

Él la oyó en silencio, sin interrupciones. Le costaba comprender lo que Amanda decía.

Y ella prosiguió. – Hay cosas que no duelen, lastiman… que no cortan, hieren pero eso el cielo nunca lo comprenderá.

El viento rozó sus cabellos. Ella recordó las cosquillas del rocío, el escalofríos y (con nostalgia) las carcajadas. Y decidió que era el momento de callar.

Algo estallaba cerca, un estruendo enmudeció el silencio. Ya no quedaba nada por decir.

Él no preguntó. -Mejor mañana, dijo.

Amanda ya no sentía frío, ya no veía el cielo, como pudo, tomo una ramilla y entre las hierbas escribió: TARDE… sólo lloró un poco y luego, echó a correr…

09/11/2008 09:56:40 p.m.


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