octubre 20, 2009

Indeterminación absoluta





Un hombre libre en nada piensa menos que en la muerte, y su sabiduría no es una meditación de la muerte, sino de la vida”
(Baruch Spinoza,
Ética)




En los confines del Universo, el mundo gira y en la lejanía, la gente suele caminar, los autos pasar. Historias murmullan alrededor. Luces encendidas, soledades compartidas. Semáforos que detienen el cosmos por sólo segundos. Cigarrillos que se consumen, bocinas, nidos, experiencias que perturban los cuerpos. Soledades abandonadas. La inocencia de los niños que al llorar llena de esperanza al niño por venir. La vida…


Miedo, angustia, alegría, impotencia e incertidumbre, ansias de eternidad y deseos de partir, juntos se refugian en la inmensidad de la existencia, del Ser, del Universo…


Quizás la vida, quizás la finitud de la vida sean el motor del cuerpo organizado de la sociedad. Seres para la muerte, vivir o sobrevivir… vivir ardiendo en preguntas, sabiendo que es pura contingencia, indeterminación absoluta, proyecto siempre inconcluso y constantemente decidible.


Seres que se saben finitos pero que a pesar de ello, La Muerte” les provoca infinitas sensaciones, sentimientos e incontables intentos por combatirla. El cuerpo no concibe su extinción, se siente imprescindible.


abril 23, 2009

desandando el día



Por allá por zona oeste, detrás de una chapistería olvidada llamada “Afortunado”, casualmente aloja su cuerpo aquella mujer gastada; entre cuatro paredes, en medio de una oscura cortada, tanto o más oscura que sus ojos, rodeados de niñez y vergüenza.

Tiras de colores en lugar de entrada, abren camino a su refugio...

 

-Perdoná que no tenga muebles, se disculpa Elvira mientras señala “su hogar”. Yo lo recorro con la vista.

- No se preocupe, mientras existan ganas de vivir, eso no hace falta- replico, mientras me salta su perro Pedro, en quien gasta sus pocas monedas para darle un tazón de leche por día porque “el pobre necesita crecer” cuenta Elvira realmente preocupada.

Ofrece algunos mates, que no sé donde calentó, porque a nuestro alrededor no había mas que tres sillas de “Quilmes”, el tazón de Pedro y algunos cheques de esperanza al portador. Entre charlas sobre el barrio, los gastos, jubilaciones que no llegan, sus 79 años se cansan. Luego de algunas preguntas sobre el transporte que ella no puede usar, la acompaño a la esquina oscura en la que vacía su monedero cada día por Pedro.

Tomé el 123, molesta por el cansancio, después de un día largo de trabajo, llegué a mi casa. Abrí la puerta, prendí la hornalla, puse la mesa, y una vez sentada, estaba lista para quejarme nuevamente... miré a mi alrededor y recordé a Elvira... y a Pedro.

 

Esto sucedió una mañana como cualquier otra; podría haber sido ayer, o pasado mañana... porque de todas maneras, Pedro toma su tazón de leche todos los días...

tire - empuje

                           



Una graciosa puerta giratoria

sólo de entrada.

 

Habla, no quiero oir,

alguien encienda la radio

y apague aquel rosal.

 

¡Exacto!

 

Camina hacia el tercer ojo,

acomoda su lente

desde aquí puede vérselo

estallar en colores.

 

¡Prisa!

 

Su tiempo termina al empezar

aún se oye... el chasquear de sus latidos

Eso no es buena señal.

 

¡Bravo!

 

Calla ahora, quiero escuchar

alguien apague la radio

y encienda aquel rosal.

 

¡Calma!

 

El tiempo terminó al empezar

como graciosas puertas giratorias...

sólo de entrada.